martes, 25 de octubre de 2011

Una conversión intelectual: El filósofo marxista Habermas

Habermas con Papa Benedicto XVI
Muchas veces me he encontrado con personas no creyentes, la verdad nunca es mi intención discutir con ellas respeto sus creencias y su fe en lo que creen, pero cuando atacan mi fe yo suelo defenderla, nunca peleando eso si, sino mejor argumentando. En estas charlas he encontrado algunos que acusan solo por prejuicios, algunos se basan solamente en los pecadores que hay en las religiones y sobretodo las que se encuentran en la Iglesia católica para decir que Dios no existe, alguno se han dejado llevar por pensadores ateos y se han acogido a su pensamiento, otros no saben ni siguiera como fundamentar su ateísmo y son solo títeres de la moda o de sus amistades, a otros no les interesa el tema, creen en algo, no saben en qué, pero están allí como pluma echada al aire dejándose llevar por cualquier viento de doctrina.

Sin embargo, hay otras personas que tienen una sincera búsqueda y son de verdad buenas personas e inclusive practican mejor lo que los cristianos deberíamos hacer y anunciar. De hecho, estas personas denuncian nuestra falta de entrega, pues si ellos hacen lo que nosotros deberíamos sin conocer a Jesús, bien podríamos temer en el momento final, porque al "que se le da mucho se le exigirá mucho"

En fin, hay personas que buscan con sinceridad la verdad, en mi opinión no se le debería exigir un cambio rápido o drástico de pensamiento y de vida a alguien que no cree en Dios, aunque Dios actual de forma misteriosa, lo que se es que Dios tiene su momento con cada persona y que Él también juzgará a cada quien según su conciencia, con lo que vivió y con lo que el Espíritu Santo le reveló, esto no quiere decir que no debamos proclamar la buena nueva de Jesús o que no debamos defender nuestra fe en la vida pública, hay que hacerlo y debemos hacerlo, es mandato de nuestro Señor Jesús, pero creo que también hay que respetar el proceso que Dios tiene con cada persona y nosotros lo que debemos hacer es ser signo, testimonio, de la existencia de ese Dios que ellos niegan.

Un ejemplo de esta sinceridad de búsqueda es el gran filósofo Habermas, él ha tenido un proceso en su búsqueda intelectual, en un principio atacó a la religión vista como opio del pueblo, como lo veía Marx, últimamente en sus escritos la religión es vista como necesaria para la sociedad. 
Este ejemplo de sinceridad intelectual de una persona tan inteligente y racional como lo es Habermas, pone en ridículo a aquellas personas que ven en los creyentes como menores intelectualmente, como personas que se dejaron llevar por el sentimentalismo o que creen porque necesitan creer en algo superior, esta y otras formas de vernos, de casi tener pesar de nosotros diciendo: pobrecito no ha evolucionado aun a la verdadera inteligencia; exige de mi paciencia y humildad, paciencia porque veo que su orgullo intelectual no los deja ver mas allá y humildad de reconocer que en verdad no lo se todo, pero si puedo decir con orgullo, que tengo a la verdad de mi parte, pues Dios mismo me acompaña, y que si bien no seré el mas brillante, tampoco lo deseo, si hay cristianos muy inteligentes, muy racionales, que han aportado al mundo tanto o más que aquellos que dicen o critican o ven en el creyente como alguien menos que él. 

Bueno aca les dejo extractos de el articulo que encontré en donde hablan de este proceso que ha vivido el filosofo alemán. El mérito del hallazgo corresponde a la revista de ciencias sociales Society, que edita Jonathan Imber, y el filósofo de izquierda que descubre a Dios es nada más y nada menos que Jürgen Habermas.

En el artículo titulado ´Religión y democracia en el pensamiento de Habermas´, Philippe Portier constata la evolución de Habermas desde posiciones encuadrables en el marxismo hasta el reconocimiento de una "función pública de la religión". Semejante camino sólo podía ser largo y tortuoso, de manera que Portier distingue tres etapas. En una primera fase, hasta los años 80, Habermas considera abiertamente la religión como una "realidad alienante" y una "herramienta de dominación" de los poderosos, en la más pura tradición marxista.

En una segunda etapa, que comprende entre 1985 y 2000, esa animadversión contra lo religioso queda en silencio en los escritos de Habermas. Quizá, señala Poitier, porque parecía tratarse de una realidad en extinción, el filósofo abandona su actitud combativa y se limita a relegarla al ámbito privado, en el sentido de la laicidad francesa.

Pero existe una tercera fase en la que Habermas descubre la religión como valor de resistencia contra el avance del "turbocapitalismo". Poitier sigue revisando los escritos de Habermas hasta nuestros días y anota que, tras reconocer que en la cultura democrática dominada por la supuesta racionalidad, la solidaridad se ha visto seriamente socavada, admite el buen uso de la "intuición moral" que suministra la religión. Aunque el converso parece aún lejos de percibir las profundidades del hecho religioso y se queda en el utilitarismo social, no cabe duda de que se trata de un milagro y habría que atribuirlo, si revisamos sus propias fuentes, a la conversación que Habermas mantuvo con el cardenal Ratzinger antes de que éste se convirtiese en Benedicto XVI.

A partir de ese encuentro, el filósofo parece haber girado hacia un pensamiento post secular que, dado el peso intelectual ampliamente reconocido de su autor, podría suponer el inicio de una reconciliación de su filosofía con el hecho religioso.

Un compañero de Habermas desde los tiempos de la Universidad, Peter Berger, ha cifrado esta evolución en la percepción de Habermas como un paso en la superación de modelos que persistían desde la caída del Imperio Romano, sirviéndose de citas de Edward Gibbon. "Los diferentes modos de culto fueron considerados por todo el pueblo como igualmente válidos. Los filósofos los consideraron a todos como igualmente falsos y los magistrados romanos pensaron que eran todos útiles por igual. Si cruzamos la postura de aquellos filósofos con la de los magistrados, obtenemos a Habermas", dice Berger, alejando a su colega de toda sospecha de auténtica conversión.

Lo que dicen los textos de Habermas, a partir de ´Dialéctica de la Secularización´, es que acepta el cristianismo como factor de justicia universal que, abierto a la razón, provee de sustancia moral a la democracia. Este punto de apoyo, señala Poitier, puede ser la clave que sirva a la palanca del pensamiento para afrontar los retos del siglo XXI.



Artículo tomado de


El filósofo marxista Habermas se «convierte»... muchos lo atribuyen a una conversación con Ratzinger

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