La primera vez: una bruja asustada
»Recuerdo mi primer contacto con las cartas del Tarot. Era muy joven, casi una niña y me iba a casar. La “bruja” que me había “leído” la baraja española – una vecina -, se negó a “leerme” el Tarot.
»– El Tarot me da miedo – decía.
»Durante largos años olvidé que existía el Tarot, pero me quedó el recuerdo de que era un sistema de adivinación que pertenecía al “demonio”. Y por eso daba miedo. Sin embargo, creía en mi ignorancia, que la “baraja española” podía ser usada sin peligro.
El deseo de respuestas rápidas
»Todos queremos respuestas rápidas, aquí y ahora, una solución universal a todas y cada una de las dificultades que nos agobian. Así que, olvidada mi primera idea – que el Tarot era diabólico – acudí, “bien aconsejada”, a una “bruja” especialista en este lenguaje.
»La sesión fue curiosa, no me ayudó en lo más mínimo, salí con la cabeza llena de insensateces y el bolsillo vacío. Pero me había fijado en las láminas, había perdido el miedo y me atraían con una seducción que no era de este mundo.
»Miraba la carta de la muerte, del diablo, del amor…. Esas cartas…. ¡esas láminas eran mágicas y hablaban solas! Seductor y atrayente. Estaba orgullosa de mí misma, por haber perdido el miedo. No entendía que lo que había perdido, en realidad, era la razón y el sano temor de Dios.
Las primeras tiradas: dotada para ello
»Creía que las láminas expresaban el mismísimo lenguaje de los ángeles, que los “guías” acudían a desvelar arcanos, a resolver problemas, a “ayudarnos” con su sabiduría. Mi personalidad, imaginativa por naturaleza, no tardó en verse involucrada en el lenguaje de las láminas. Intenté “hacer tiradas yo misma” y no tardé en darme cuenta de que era una “dotada”.
»Sin embargo, sentía un freno interno hacia la práctica de la adivinación, en raras ocasiones la practicaba, sólo como juego entre amigos.
»El raciocinio me decía: "¿cómo puedes atribuir ningún poder a una imagen? Estás, decididamente loca". Y así cerré el capítulo, expulsé de mi casa todo tipo de barajas y quedé en paz.
"No adivinamos, sólo meditamos"
»Años más tarde fui a parar a una “escuela” donde enseñaban “tarot meditativo”.
... Aquí nadie “adivina” nada, sólo “meditamos con las imágenes de perfección que los “guías espirituales” han vitalizado para instrucción de la humanidad”...
... “un preso que se encontrase solo en una isla desierta, si tuviese una baraja de tarot podría conocer toda la ciencia”...
... “todas las soluciones a todos los problemas están en las claves del Tarot”...
»Esos eran los mensajes que como buena adepta de la New Age tragué sin pensar.
»Le llamaban el “Sagrado Tarot”, que unido a la “Santa Kabbalah” te llevará poco a poco a ser “más que humano”, “conocer los secretos de la vida y la muerte” e incluso “más allá”. Era la pretensión por antonomasia del mundo de los ocultistas.
De todo, menos adivinar
»Mi percepción de las imágenes había cambiado. Ya no eran las terribles expresiones que daban miedo sino que las contemplaba, dormía con ellas, las visualizaba, les hacía preguntas… todo menos “adivinar”. Eso era tabú. Por consejo de mi “instructor” tenía que “hacer el amor con las claves”, es decir, dejarme llevar por el simbolismo y anotar a cada momento que me decían.
»Dentro de mí vive una artista soñadora… la pretensión de la Magia es una tentación frecuente en este mundo confuso. Pretendía cambiar mi realidad práctica meditando con estas láminas. Evidentemente, el principio de realidad había huido de mí y el sentido común también. Es una fase muy conocida dentro de los adeptos a las sectas.
»El mensaje “Ud. puede cambiar su realidad sólo contemplando las claves y trabajando con ellas” cae de lleno bajo lo que conocemos como Ocultismo práctico. Y las “escuelas” que imparten estas supuestas enseñanzas no lo niegan.
Permiso de adivinar "para ayudar"
»Pero un día todo cambió. El gurú de la “escuela” expresó que los “altos adeptos” -que éramos nosotros- podíamos usar el “ad-divinum” – la adivinación - bajo ciertas condiciones, siempre para ayuda del prójimo y sin interés crematístico.
»Así que, ya lanzada y sin precaución, empecé a trabajar a fondo con las imágenes. Ya no me daban miedo. Eran mis “amigas” partes de mi “consciencia”, expresiones de “mi ser profundo”… ¡Estas maravillosas láminas me darían la solución universal que buscaba!
El poder de la Biblia, el retorno a Dios
»Pero en este país de las maravillas había una piedra en el zapato, en forma de una lectura que efectué hace años, el episodio de la “Pitonisa de Endor” del Antiguo Testamento sobre la estricta prohibición de todo tipo de mancias y consultas a un “más allá”, hipotético o no.
»El Saúl bíblico me perseguía y el texto del Deuteronomio (“cuando llegues a la tierra que Dios te dio no dejarás con vida hechicera") también. Ya no tenía tan claro que las “claves del Tarot” fuesen mis “amigas”. Empecé a mirarlas de reojo y después las deseché. Y decidí volver a casa, volver a mi Dios.
»No podía llegar a entender cómo podía haber sido tan ilusa y haber perdido tanto tiempo. Así que, un buen día abandoné todo tipo de prácticas. Pero ellas no me abandonaron a mí tan fácilmente.
»Cuando ya ni me acordaba de ellas y había sacado de mi vida todo tipo de artilugios esotéricos, me encontré con una buena sorpresa.
Una voz en la noche
»Una noche, soñando, oí una voz potente, una voz que no me llamó por mi nombre, sólo se limitó a gritarme: "¡Mira! ¡Aquí está la solución a todos tus problemas!" Y apareció ante mi conciencia una clave del Tarot. La voz siguió: “¿Lo ves? Y ahora, ¡levántate y da las gracias!"
»Me levanté medio dormida y di gracias con una reverencia a “lo que fuese” que me había hablado. Después seguí durmiendo.
»A la mañana siguiente mis buenos propósitos de conversión se habían prácticamente esfumado.
Recaída y autoengaño
»Subyugada por la voz que había oído, intenté poner en marcha un grupillo esotérico con estudio de claves del Tarot y demás. Intentaba pensar que el lenguaje del Tarot era válido por su sabiduría simbólica, por su ancestral conocimiento, y no sé cuantas cosas más.
»Estaba en lo que llaman el “error del inversionista”: había invertido tanto tiempo y esfuerzo en esta seudociencia que parecía que debía “recuperar lo invertido”, por decirlo de alguna manera.
»Las personas que recibían mi “saber” estaban entusiasmadas. A través de mí hablaba una fuerza que me superaba. Todo el mundo contento, excepto yo. Las “cartas” hablaban. Era algo más que mi inconsciente, que el “inconsciente colectivo”. Tenía la sensación de que había “otra cosa”. No estaba segura de lo que hacía. Mi formación filosófica y teológica se rebelaba. Pero no me decidía a parar. “Es por la gente”, me decía- ellos están contentos”. Era un absoluto autoengaño.
»Y así funcioné unos meses, entre la Iglesia y el Tarot, Dios y el Demonio.
Para pensar, fiebres y hospital
»Debo decir que fue el Señor el que tomó la decisión por mí, alabado sea, que partió una vez más a buscar la oveja perdida, antes de que se perdiera para siempre.
Un imprevisto ingreso hospitalario, entre la vida y la muerte, deshizo de golpe el nudo. Una semana de fiebres altísimas e incomunicación fue un buen momento para pensar seriamente en lo que estaba haciendo, porqué lo hacía y “quién” o “qué” era lo que estaba al cargo de mi pretendido grupillo de “estudios simbólicos”.
»Cristo dijo: “Yo soy la Luz del mundo”. Y yo, “portadora de luz”, “maestra de Kabbalah y Tarot…estaba en un hospital, lejos de mis proyectos vitales y absolutamente sola. Genial. ¡Vaya con el “adeptado”! Al borde de la muerte física y espiritual.
»Al salir de la clínica, me planteaba: “Cristo hubiera dicho ´levántate y anda´; nunca me habría dado una orden despectiva como ´y ahora levántate y da las gracias".
»Entonces ….. ¿Qué o quien habló entonces? Dicen que el Demonio es la “mona” de Dios porque imita Su actuar. En este caso, la barata imitación me costó verla, pero al final la vi.
»Deshice el “grupillo de estudios” tiré a la basura cartas, árboles cabalísticos y todo lo que tuviese que ver con el tema. Después de una buena limpieza interna y externa, empecé a comprender.
¿Algo demoníaco, riesgo psíquico o ambas cosas?
»Los seres humanos somos criaturas muy delicadas. Nuestra mayor potencia es la conciencia y la razón. Estas láminas [las cartas del Tarot] apelan directamente al arsenal de recuerdos, emociones, traumas, todo lo que llevamos fijado en el inconsciente, bueno y malo, pero que desconocemos. La reacción que provocan en el ser humano es imprevisible, pueden despertar contenidos latentes, no por sí mismas – que ningún poder tienen ni nada valen – sino por el poder que nosotros les atribuimos con nuestra propia valoración.
»Apelan a lo más hondo de nuestra psique, terreno peligroso y resbaladizo. Puede llegar a ser una forma perversa de idolatría, puesto que se les atribuye “poderes” que sólo están en Dios. La persona que “juega” con ellas está en grave peligro de perder la cordura, la objetividad y el buen juicio.
»“Yo soy la Luz del mundo”. Estas palabras resonaban una y otra vez en mi cabeza, acordándome de mi insano deseo de saber sin Dios y contra Dios.
»Esta es la “clave” de las “claves del Tarot”. Conocimiento al margen de lo permitido por Dios, tomar el saber por asalto, sin razón, sin ciencia, sin Dios. Y con el riesgo – siempre seguro – de ser engañado sutilmente una y otra vez. Puede llevar años de vida deshacer un entuerto generado por estas “mancias”.
»No he llegado a saber nunca si están “vitalizadas” por seres de “luz” como me contaban e ingenuamente creí. Si lo están, hay que emprender la huída rápidamente, no pararse a comprobarlo. Y no mirar atrás.
»Y si sólo son una “herramienta para la lectura del subconsciente que potencia la intuición”, la propuesta es la misma: Huyamos. La ciencia cuenta con suficientes herramientas racionales que nos capacitan para regir con dignidad nuestra vida.
»En todo caso mi propuesta - y decisión irrevocable – es perder todo contacto con esta especie de subcultura de lo irracional. O bien, empleando una expresión más potente y clara, decir: Vade retro, Satana. Con todas las letras. Quien tenga oídos para oír, que oiga.
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