En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan el Bautista: «Qué tenemos
que hacer?» Y les contestaba: «El que tenga dos túnicas, dé una al que
no tiene; y el que tenga comida, compártala con el que no la tiene».
Vinieron también a bautizarse algunos de los que recaudaban impuestos
para Roma y le preguntaron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer?» El les
respondió: «No exijan nada fuera de lo establecido». También los
soldados le preguntaron: «¿Y nosotros qué tenemos que hacer?» Juan les
contestó: «A nadie extorsionen, ni denuncien falsamente, y conténtense
con su salario». El pueblo estaba a la expectativa y todos se
preguntaban si no sería Juan el Mesías. Entonces Juan les dijo: «Yo los
bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy
digno de desatar las correas de sus sandalias. El los bautizará con
Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene la horquilla para separar el
trigo de la paja y recoger el trigo en su granero; pero la paja la
quemará con un fuego que no se apaga». Con éstas y otras muchas
exhortaciones anunciaba al pueblo la Buena Noticia
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Homilia
Oración introductoria
A medida que se aproxima la Navidad deseo seguir más profundamente
tu ejemplo de humildad haciéndome pequeño ante los demás. Por eso, como
los discípulos de Juan, yo te pregunto en esta oración, Señor y Dios
mío, ¿qué debo hacer?
Petición
Señor, dame la gracia para crecer en la virtud que más necesito cultivar.
Meditación del Papa
En un mundo que busca todos los medios, lícitos e ilícitos, para
eliminar cualquier forma de dolor, ¿cómo puede el sacerdote ser testigo
del sentido cristiano del sufrimiento y cómo debe comportarse ante
quienes sufren, sin resultar retórico o patético? Benedicto XVI: ¿Qué
hacer? Debemos reconocer que conviene tratar de hacer todo lo posible
para mitigar los sufrimientos de la humanidad y para ayudar a las
personas que sufren -son numerosas en el mundo- a llevar una vida buena y
a librarse de los males que a menudo causamos nosotros mismos: el
hambre, las epidemias, etc. Pero, reconociendo este deber de trabajar
contra los sufrimientos causados por nosotros mismos, al mismo tiempo
debemos reconocer también y comprender que el sufrimiento es un elemento
esencial para nuestra maduración humana. Pienso en la parábola del
Señor sobre el grano de trigo que cae en tierra y que sólo así,
muriendo, puede dar fruto. Este caer en tierra y morir no sucede en un
momento, es un proceso de toda la vida. Preguntas de los seminaristas del Seminario Romano Mayor y las respuestas de Benedicto XVI el 28 de febrero de 2007.
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