lunes, 27 de febrero de 2012

Medjugorge Mensaje del 25 de Febrero de 2012

Ultimo Mensaje, 25 de febrero de 2012 [O]

Marija during an apparition
¡Queridos hijos! En este tiempo de manera especial los invito: oren con el corazón. Hijitos, ustedes hablan mucho pero oran poco. Lean, mediten la Sagrada Escritura y que las palabras allí escritas sean vida para ustedes. Yo los exhorto y los amo, para que en Dios puedan encontrar vuestra paz y la alegría de vivir. Gracias por haber respondido a mi llamado.



Comentario delensaje del 25 de Febrero de 2012:

Este es un tiempo litúrgico especial. No es un tiempo dedicado a la tristeza, es un tiempo de conversión, de oración, de fe. Los cristianos vivimos la cuaresma con la esperanza de la Pascua. Cristo
ha resucitado para salvarnos, para darnos vida. Los cuarenta días de la santa Cuaresma son una verdadera oportunidad para encontrarnos con el Señor. No podemos desaprovechar estos días santos. La esperanza es sólo para aquel que busca vivir la vida de Cristo. El que no hace eso ya sabe que camina hacia la desesperanza y la muerte. Cuando en lugar de convertirnos buscamos las cosas del mundo, es cuando cegamos nuestros corazones y la luz ya no nos puede iluminar. Hay muchas maneras de impedir que Dios nos ilumine, todas son pecado. Contra el pecado hemos de rebelarnos. Necesariamente contra el pecado sí queremos tener vida. Como el que camina por el desierto sabe que si no busca los oasis se muere, así nosotros si en el desierto de nuestra existencia no buscamos llenarnos de Dios nos morimos. Eso es la Cuaresma, un tiempo de oasis. El ayuno y la abstinencia son ayudas que nos aproximan a Cristo. Nos unimos a su sufrimiento y queremos hacerlo presente en nuestras vidas. “El ayuno y la abstinencia frenan la inquietud del cuerpo, frenan los deseos insaciables, purifican y agilizan el alma, la llevan hacia lo alto…” (San Juan Crisóstomo). No desaprovechemos la ocasión. Hagamos de nuestras vidas una oración. “Andad despacio, procurando adaptar vuestra vida interior y exterior al modelo de la humilde mansedumbre del Corazón de Jesús”. (Santa Margarita María de Alacoque). Ese es el objetivo. “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. (1Timoteo.5.17, 18). No nos extrañe que el mundo no nos entienda, que considere nuestro ayuno como algo vano. El ayuno muestra claramente cúal es el pecado de nuestra generación.

“Donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt. 6, 21). Se nos pide continuamente que oremos con el corazón. Pero la pregunta es, ¿dónde tenemos el corazón? ¿A qué damos realmente importancia en nuestras vidas? No podemos orar con el corazón si no lo ponemos en el único tesoro que vale la pena. Para poder orar con el corazón es necesario alejarlo de los ruidos, de las apetencias terrenas y buscar a nuestro Salvador con todas las fuerzas. Dios es transcendente pero también es interior a nosotros. “Tú, Señor, eres lo más interior de lo más íntimo mío y lo más superior de lo más supremo mío” (san Agustín de Hipona). En nuestro interior debemos buscarlo para descubrirlo real y percatarnos de nuestra pequeñez. No es necesario inundar nuestra mente con muchas palabras. Tenemos que buscar al Señor con todas nuestras fuerzas. “El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más te vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón” (San Pío de Pietrelcina). Así pues la oración es un don que tenemos que pedir de manera continuada. Para vaciar el corazón de toda la mugre y la inmundicia es necesaria la Confesión. La práctica de ese sacramento, tan recomendada en especial en este tiempo, nos ayudará a entrar en la intimidad del Señor. Si nuestro corazón no se llena de Dios, se llenará de mal. Vencer al pecado sólo se puede hacer si nos llenamos de Cristo. No hay más posibilidades.

Llenarse de Dios, conocerlo, amarlo, vivirlo… para eso debemos leer la Sagrada Biblia. ¿Cómo podemos decir que lo amamos si no devoramos su Palabra? ¿Cómo afirmamos que queremos hacer su voluntad si no nos afanamos por conocerla a través de la Biblia? En este tiempo nos tendríamos que proponer ponerla en un lugar especial de la casa y leerla cada día. “La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo” (Heb 4,12). Poco a poco nos iremos dando cuenta de cómo penetra en nuestro interior, de cómo cambia corazones, vidas y familias. El fruto de toda esa vivencia es siempre la caridad. Una caridad que debe ser vivida de forma espiritual pero, también, de manera material. El tiempo de cuaresma es un tiempo de generosidad, un tiempo para amar a los demás con más intensidad si cabe. ¿Qué hacemos por los más necesitados, por los pobres?
“¡Cantar, María quisiera porque te amo! Porque tu dulce nombre me hace saltar de gozo el corazón” (Santa Teresa del Niño Jesús). ¡Que la Gospa nos ayude a vivir con ese espíritu, con ese mismo sentimiento!
P. Ferran J. Carbonell

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