miércoles, 29 de febrero de 2012

El Quizá!, Dios y el dilema del creyente y el no creyente

No se puede estar 100% seguro de la no existencia de Dios e inclusive de la Existencia de Dios desde el punto de vista científico, así pues, no es posible afirmar ninguna de las  hipótesis con los medios que provee la ciencia. Ante esto, muchos de los ateos actuales cambian su estado de creencia a agnósticos, pues ellos siendo conscientes de la limitación y conforme a las misma objetividad científica, no pueden afirmar que Dios no existe, inclusive el mas famoso ateo del mundo Dawkins está de acuerdo con esto y aseguró que es mas bien agnóstico. Así lo muestra este articulo que comenta el debate que se dio en la universidad de Oxford entre Dawkins y el arzobispo anglicano Rowan Williams. 


Basandome en este cambio de Dawkins y con mi reciente lectura del libro "introducción al cristianismo" del Cardenal Joseph Ratzinger, deseo dejar como anotación un gran comentario de este brillante pensador que tenemos hoy dia como Papa, Ratzinger brillante como siempre, nos da una visión en torno al problema del creyente y el no-creyente; Dios, dilema al cual no puede escapar ningún ser humano y que siempre, a lo largo de su vida, llevará la angustia de la nada o de Dios, creer o no creer es el borde del abismo, o caemos en las manos de Dios o caemos en las manos de la nada.

Así dice el cardenal Joseph Ratzinger:

"el creyente sólo puede realizar su fe en el océano de la nada, de la impugnación y de lo problemático; el océano de la inseguridad es el único lugar donde puede recibir su fe;no pensemos que el no creyente es el que, sin problema alguno, carece de fe. Como hemos notado antes, el creyente no vive sin problemática alguna, sino que siempre está amenazado por la caí da en la nada. Pero los destinos de los hombres se entrelazan: tampoco el no-creyente vive dentro de una existencia cerrada en sí misma, ya que incluso a aquel que se comporta como positivista puro, a aquel que ha vencido la tentación e incitación de lo sobrenatural y que ahora vive una conciencia directa, siempre le acuciará la misteriosa inseguridad de si el positivismo siempre tiene la última palabra. Como el creyente se esfuerza siempre por no tragar el agua salada de la duda que el océano continuamente le lleva a la boca, así el no creyente duda siempre de su incredulidad, de la real totalidad del mundo en la que él cree. La separación de lo que él ha considerado y explicado como un todo, no le dejará tranquilo. Siempre le acuciará la pregunta de si la fe no es lo real. De la misma manera que el creyente se siente continuamente amenazado por la incredulidad, que es para él su más seria tentación, así también la fe siempre será tentación para el no- creyente y amenaza para su mundo al parecer cerrado para siempre. En una palabra: nadie puede sustraerse al dilema del ser humano. Quien quiera escapar de la incertidumbre de la fe, caerá en la incertidumbre de la incredulidad que no puede negar de manera definitiva que la fe sea la verdad. Sólo al rechazar la fe se da uno cuenta de que es irrechazable."

Dice una historia judía narrada por Martín Buber; gráficamente se describe en ella el dilema en que se encuentra el ser humano.

Un racionalista, un hombre muy entendido, fue un dí a a disputar con un Zaddik con la idea de destruir sus viejas pruebas en favor de la verdad de su fe. Cuando entró en su aposento, lo vio pasear por la habitación con un libro en las manos y sumido en profunda meditación. Ni siquiera se dio cuenta de la llegada del forastero. Por fin, lo miró ligeramente y le dijo: Quizá sea verdad. El entendido intentó en vano conservar la serenidad: el Zaddik le parecía tan terrible, su frase le pareció tan tremenda, que empezaron a temblarle las piernas. El rabí Levi Jizchak se volvió hacia él, le miró fija y tranquilamente, y le dijo: Amigo mío, los grandes de la Tora, con los que has disputado, se han prodigado en palabras; tú te has echado a reír. Ni ellos ni yo podemos poner a Dios y a su reino sobre el tapete de la mesa. Pero piensa en esto: quizá sea verdad. El racionalista movilizó todas sus fuerzas para contrarrestar el ataque; pero aquel quizá, que de vez en cuando retumbaba en sus oídos, oponía resistencia.

El cardenal Ratzinger comenta esta historia también en su libro "introducción al cristianismo" de esta forma:

"Prescindamos del ropaje literario. Creo que en esa historia se describe con mucha precisión la situación del hombre de hoy ante el problema de Dios. Nadie, ni siquiera el creyente, puede  servir a otro Dios y su reino en una bandeja. El que no cree puede sentirse seguro en su incredulidad, pero siempre le atormenta la sospecha de que quizá sea verdad. El quizá es siempre tentación ineludible a la que uno no puede sustraerse; al rechazarla, se da uno cuenta de que la fe no puede rechazarse. Digámoslo de otro modo: tanto el creyente como el no creyente participan, cada uno a su modo, en la duda y en la fe, siempre y cuando no se oculten a sí mismos y a la verdad de su ser. Nadie puede sustraerse totalmente a la duda o a la fe. Para uno la fe estará presente a pesar de la duda, para el otro mediante la duda o en forma de duda. Es ley fundamental del destino humano encontrar lo decisivo de su existencia en la perpetua rivalidad entre la duda y la fe, entre la impugnación y la  certidumbre. La duda impide que ambos se encierren herméticamente en su yo y tiende al mismo tiempo un puente que los comunica. Impide a ambos que se cierren en sí mismos: al creyente lo acerca al que duda y al que duda lo lleva al creyente; para uno es participar en el destino del no creyente; para el otro la duda es la forma en la que la fe, a pesar de todo, subsiste en él como exigencia."

Este es el gran dilema del ser humano, el de aceptar la fe o caer en la duda. es bueno conocer también lo que el cardenal Ratzinger define como fe: "Digámoslo de otro modo: la fe es una decisión por la que afirmamos que en lo íntimo de la existencia humana hay un punto que no puede ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensible, sino que choca con lo que no se ve de tal modo que esto le afecta y aparece como algo necesario para su existencia.... la fe es la conversión en la que el hombre se da cuenta de que va detrás de una ilusión al entregarse a lo visible. He aquí la razón profunda por la que la fe es indemostrable: es un cambio del ser, y sólo quien cambia la recibe."

He aquí la razón por la que la fe es hoy día, bajo las condiciones específicas que nos impone nuestro mundo moderno, problemática y, al parecer, casi imposible. Pero no sólo hoy, ya que la fe siempre ha sido, mas o menos veladamente, un salto sobre el abismo infinito desde el mundo visible que importuna al hombre. La fe siempre tiene algo de ruptura arriesgada y de salto, porque en todo tiempo implica la osadía de ver en lo que no se ve lo auténticamente real, lo auténticamente básico. La fe siempre fue una decisión que solicitaba la profundidad de la existencia, un cambio continuo del ser humano al que sólo se puede llegar mediante una resolución firme.

Debemos pues cuestionarnos y yo siempre he pensado que ser humano que sea honesto intelectualmente debe ser capaz de cuestionarse su lugar en el mundo y el lugar de su pensamiento, esta honestidad intelectual debe ser capaz de abandonar los prejuicios de los malos ejemplos de los creyentes, debe ser crítico con la posición actual de la sociedad que promulga y a lo cual estamos propensos todos hoy día, de aceptar como auténticamente real solo lo comprensible, lo demostrable. ¿No debemos estudiar más cuidadosamente qué es en realidad lo real.? ¿Es sólo lo demostrado y demostrable? O demostrar es un determinado modo de comportarse ante la realidad, modo que de ninguna manera abarca el todo y que conduce a una falsificación de la verdad y del ser humano si lo tomamos como lo único decisivo?

Una vez mas digo se debe ser honesto intelectualmente, se piensa que los creyentes somos los cerrados... pero en realidad muchas veces son otros los cerrados intelectualmente que no son capaces de argumentar seriamente su posición y solo se cierran en si mismos. Ahora no se trata de obligar a pensar como tu piensas, sea creyente o no, se trata de conocer los limites de tu conocimiento y de saber que no es posible llegar a afirmaciones concretas con pocos instrumentos, también se trata de reconocer que hay un punto de encuentro entre los pensamientos, la duda, la cual, impide que ambos se encierren herméticamente en su yo y tiende al mismo tiempo un puente que los comunica, como decíamos anteriormente


Ahora bien creo también que en el dialogo debe haber una apertura de la mente a las realidades espirituales, apertura que se da por la duda, por el quizá, es claro que como dice el Papa la fe es un salto al abismo, pero este salto no es ilógico o absurdo, sino es mas bien un salto a la iluminación, la cual, muestra el sentido a la existencia, responde mejor a las preguntas de quién soy, porqué existo? porqué existe algo y no la nada? etc. La fe provee una respuesta a estas preguntas y Dios le da un sentido a la existencia, saliendo de lo que podría parecer absurdo o un salto a la nada. Ese quizá, pues, es la apertura y a la vez es el motivo de la crisis existencial de muchos. Quizá exista Dios y si existe no es mejor dejarse guiar por Él y vivir con Él y para Él?

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