martes, 25 de junio de 2013

Ustedes están para atraer a la gente, no para poner pegas

A mis hermanos sacerdotes estoy seguro de que les ha pasado más de una vez. Estás en el despacho y aparece alguien desconocido o muy poco habitual en la parroquia que te plantea alguna necesidad muy concreta: bautizo, comunión, boda, celebración familiar.

Si es bautizo, exactamente tal día y a tal hora para que coincidan los primos de Burgos, los suegros de Alicante y unos cuñados argentinos que casualmente pasarán por Madrid tres días. Por supuesto los padres no pueden venir a reuniones.
Los problemas de la comunión suelen venir de la mano de los centímetros del niño, sobre todo de la niña que va a parecer una novia, de los dos hermanitos que se llevan un año y nos hace ilusión que hagan la comunión juntos (de paso nos ahorramos una pasta), y de falta de tiempo para la catequesis, así que hemos pensado que mejor se prepare en un año aunque tenga que venir dos días o sino ya le prepara usted personalmente.
 

Las complicaciones de la boda vienen del cursillo y de la celebración, que los novios últimamente pretenden montar a su aire y a la que tienes que decir que no, que no puede ser.
Luego están todas las celebraciones particularísimas que no sé por qué tienen que ser con misa en horario especial y a ser posible en el chalet de la abuela: bodas de plata y de oro, los ochenta años del abuelo o el cumpleaños de Vanessa.
Evidentemente a estas cosas uno procura responder amablemente y explicando el asunto. Vano intento. Tienen sus planes y no va a venir ahora el cura a aguar la fiesta. Por eso es inútil hablar de horarios de bautizo y preparación de los padres. Nada. Ni explicar el proceso de la catequesis de infancia. Inútil. La boda ya se sabe que dicen que es suya, y como es suya la organizan a su aire. Y en cuanto a celebraciones especiales como bodas de plata y de oro suelo decir que por qué no aprovechar una misa parroquial y de paso dan testimonio de amor, fidelidad y vida familiar. Se ponen como basiliscos.
Pues no se lo explican, porque ellos entienden que uno está para atraer a la gente a la iglesia y claro, entienden que atraer a la gente tiene que hacerse a costa de una permanente bajada de pantalones del señor cura correspondiente según la cual, con tal de que vengan, todo vale: bautizos en cualquier momento y lugar y sin preparación ni nada, comuniones exprés, bodas de cualquier manera y misas cuando quieran, donde quieran y para lo que quieran.

Es fácil llenar la iglesia y sacar dinero. Basta poner un cartel que diga que se dan primeras comuniones sin preparación y cualquier día del año, que se bautiza cuando se quiera y sin aguantar charlas, bodas a gusto del consumidor y que me alquilo por horas para celebraciones de lo que sea y en donde sea. La parroquia llena y servidor se forra.

Claro que todos queremos que la gente se convierta a Cristo y regrese a la Iglesia para vivir su fe. Pero una cosa es la conversión del hombre a Cristo y otra el bautizo de Kevin Johnatan justo el martes, sin preparación y sin conocer a los padres, solamente porque están los primos de Buenos Aires. Eso no es regresar a la Iglesia. Es… otra cosa.

Pbro. Jorge González Guadalix

domingo, 16 de junio de 2013

Audio, Imagen, Lectio Divina del Evangelio Domingo 16 de Junio 2013

Jesús viene a reparar nuestras averías
Del santo Evangelio según san Lucas 7,36-8,3

En aquel tiempo un fariseo le rogó a Jesús que comiera con él, y, entrando Jesús en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora. Jesús le respondió: Simón, tengo algo que decirte. Él dijo: Di, maestro. Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más? Respondió Simón: Supongo que aquel a quien perdonó más. Él le dijo: Has juzgado bien, y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Y le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. Los comensales empezaron a decirse para sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados? Pero Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado. Vete en paz. Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.


LECTIO DIVINA

ESCRITO PDF

AUDIO

HOMILÍA FR. NELSON MEDINA


Meditación del Papa

Ella avanza y, de modo más bien furtivo, se detiene a los pies de Jesús. Había escuchado sus palabras de perdón y de esperanza para todos, incluso para las prostitutas, y está allí conmovida y silenciosa. Con sus lágrimas moja los pies de Jesús, se los enjuga con sus cabellos, los besa y los unge con un agradable perfume. Al actuar así, la pecadora quiere expresar el afecto y la gratitud que alberga hacia el Señor con gestos familiares para ella, aunque la sociedad los censure. Frente al desconcierto general, es precisamente Jesús quien afronta la situación: "Simón, tengo algo que decirte". El fariseo le responde: "Di, maestro". Todos conocemos la respuesta de Jesús con una parábola que podríamos resumir con las siguientes palabras que el Señor dirige fundamentalmente a Simón: "¿Ves? Esta mujer sabe que es pecadora e, impulsada por el amor, pide comprensión y perdón. Tú, en cambio, presumes de ser justo y tal vez estás convencido de que no tienes nada grave de lo cual pedir perdón". Benedicto XVI, 7 de marzo de 2008.


domingo, 9 de junio de 2013

En el juzgado, cerrando su divorcio, ella vio «que él estaba enamorado de Jesús», y así se salvaron

Durante la Vigilia de Pentecostés el 18 de mayo, antes del encuentro del Papa Francisco con los nuevos movimientos y comunidades, diversas personas dieron testimonio de lo que Dios hacía en su vida.

Uno de estos testimonios, recogido por Antonio Gaspari en agencia Zenit, fue el de Alfonso y Betti Riccucci, un matrimonio italiano que ha atravesado una profunda crisis de pareja.

Boda católica pero sin Jesucristo

"Alfonso y yo nos conocimos en 1983 y después de tres años de noviazgo decidimos casarnos. El único motivo es que estábamos enamorados", explica Betti. "La boda la celebramos en la iglesia, exclusivamente por el lugar y a ninguno de los dos se le ocurrió invitar a Jesús y a su Madre".

"Ni siquiera el curso prematrimonial desarraigó nuestra convicción de que la elección de un matrimonio por la iglesia no tenía nada que ver con la fe".

Tuvieron dos hijos, un niño y una niña. Y muchas ocupaciones que llenaban su tiempo: "el trabajo, el deporte, los encuentros con los amigos, el cuidado excesivo del cuerpo para combatir los signos del tiempo".

Notaban que les faltaba algo, un vacío. Entonces ella no lo sabía, pero hoy Betti entiende que "eran agujeros en el alma que pueden ser rellenados sólo con el amor de Dios pero que cada uno de nosotros intenta llenar con otras cosas".

"Ya no te quiero"
"Yo me convencí de que la única solución a nuestro mal era tener más niños, pero con tan solo treinta años me encontré con un diagnóstico médico irreversible, no podía tener más hijos. Esto acentuó crisis posteriores".

En enero de 2009 Betti declaró a su marido una frase terrible: "ya no te quiero". Y él se fue de casa.

"En los meses de separación vivimos en ciudades diferentes y nos hicimos mucho daño en palabras y obras: ninguno podía perdonar al otro por todo el no-amor recibido en 23 años".

Cansado de la vida
Alfonso recuerda la desilusión, el sufrimiento de esos días. "Yo tenía el deseo de que mi vida acabase cuanto antes. Había perdido todo lo que más quería y no tenía ninguna esperanza de encontrar la paz", explica el marido.

Fue en estas circunstancias cuando, gracias a "algunos amigos que habían decidido poner sus vidas en las manos de Jesús", Alfonso se acercó a Dios.

"Aprendí a perdonar y a rezar por mi familia perdida. Confié a la Virgen a Betti y a los niños y encontré la paz en la amistad con Jesús. Descubrí, aún en el sufrimiento, la fuerza y la belleza de la vida", recuerda este padre de familia.

En el juzgado, para romper del todo
En octubre de ese 2009 se encontraron en los tribunales para la sentencia definitiva.

"Mi marido, discutiendo con su abogado, dijo que no quería quedarse con nada, que me daría cada mes lo que yo pidiera, ofreciéndose a ayudarme en cualquier otra necesitad. Pensé que era una estrategia para reconquistarme. Salí del tribunal, él me saludó y se fue sin pedir nada a cambio", recuerda Betti.

"Entonces es amor" pensó ella, "porque el amor es así, gratis".

"Lo paré y le invité a tomar un café para conocer a ese hombre que me parecía ver por primera vez. Entendí que él estaba enamorado de Jesús y que Jesús le había dado la vida de nuevo".

"Yo estaba sin palabras", dice Betti. "Mientras tanto, yo también había comenzado un camino de fe. Después de haber hablado y habernos descubierto como personas nuevas decidimos recurrir a la atención de una sabia persona del movimiento al que hoy pertenecemos. Él nos ayudó a hacer luz sobre nosotros mismos y nos recordó que el matrimonio no es sólo una promesa que se hacen los novios delante de Dios, sino es Dios mismo que promete conceder la gracia de amar como Él.

"Volvimos a casa juntos y desde esa misma noche nuestro matrimonio volvió a vivir: hoy no dejamos de dar gracias a Jesús. Al que le debemos toda nuestra gratitud, nuestro amor, nuestra vida".

El 14 de septiembre del 2011 presentación de la Santa Cruz, celebraron los 25 años de matrimonio con una ceremonia litúrgica en la que los invitados de honor eran precisamente Jesús y María.

Audio, Imagen, Lectio Divina del Evangelio Domingo 9 de Junio 2013

Al ver el dolor sintió lástima

Del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17


En aquel tiempo iba Jesús de camino a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo. Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.


LECTIO DIVINA


ESCRITO EN PDF

EVANGELIO EN AUDIO

HOMILIA FR. NELSON MEDINA


Meditación del Papa

«Así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar.
Jesús demostró un poder absoluto sobre esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím y a la niña de doce años. Precisamente de ella dijo: "La niña no ha muerto; está dormida", provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede despertar en cualquier momento.
Este señorío sobre la muerte no impidió a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la separación. Al ver llorar a Marta y María y a cuantos habían acudido a consolarlas, también Jesús "se conmovió profundamente, se turbó" y, por último, "lloró". El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y materna, del Dios que es Vida. Benedicto XVI, 9 de marzo de 2008.








domingo, 2 de junio de 2013

Audio, Imagen, Lectio Divina del Evangelio Domingo 2 de Junio 2013

Tu pan se multiplica y nos multiplica las fuerzas para amar
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10


En aquel tiempo, cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga. Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Vete, y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace. Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano. 



Lectio Divina

Escrito en PDF

Evangelio en Audio

Homila FR. Nelson Medina

Meditación del Papa

El amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la Reconciliación. Debido a la relación entre estos sacramentos, una auténtica catequesis sobre el sentido de la Eucaristía no puede separarse de la propuesta de un camino penitencial. Efectivamente, como se constata en la actualidad, los fieles se encuentran inmersos en una cultura que tiende a borrar el sentido del pecado, favoreciendo una actitud superficial que lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la Comunión sacramental. En realidad, perder la conciencia de pecado comporta siempre también una cierta superficialidad en la forma de comprender el amor mismo de Dios. Ayuda mucho a los fieles recordar aquellos elementos que, dentro del rito de la santa Misa, expresan la conciencia del propio pecado y al mismo tiempo la misericordia de Dios. Además, la relación entre la Eucaristía y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca es algo exclusivamente individual; siempre comporta también una herida para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el Bautismo. Benedicto XVI, Exhortación apostólica post sinodal Sacramentum caritatis, n. 2